jueves, 21 de febrero de 2013

Tuareg; los hombres libres

Dátiles de la palmera datilera. Esto y ganado es el alimento del desierto.

Los Tuareg son los nómadas del desierto. Su población se extiende por cinco países africanos: Argelia, Libia, Níger, Malí y Burkina Faso.


Los tuareg se diferencian en tres clases sociales: los nobles, que visten de azul; los hombres libres, que visten de negro; y los esclavos, que visten de blanco.

Al casarse la mujer aporta una dote, generalmente en forma de ganado. 


Ellas son las propietarias de las tiendas, de modo que en caso de divorcio el hombre se va sin llevarse nada.

Los hijos heredan el apellido de la madre, pero se establecen en el campamento del padre, o sea que es una sociedad matrilineal, pero no matriarcal. Las mujeres no usan velo y llevan el torso desnudo.


Aunque el jefe de la tribu es un hombre y el consejo de líderes esté también formado por varones, la mujer tiene un papel muy importante en la sociedad tuareg; poseen una gran autoridad en el campamento en representación del hombre que está casi siempre ausente bien sea pastoreando o guerreando. La mujer  participa en asambleas y consejos y se educan y educan a sus hijos en los campamentos; saben leer y escribir, en oposición al analfabetismo de la mayoría de los hombres.


http://vientodelsur.wordpress.com/2008/03/15/tuareg-los-hombres-del-velo-azul/

Los niños y niñas hasta los siete años juegan desnudos alrededor de sus tiendas familiares.
Los niños pequeños se entregan totalmente a su entorno físico; absorben el mundo sobre todo a través de sus sentidos y responden con el modo más activo de aprendizaje y conocimiento: la imitación. La imitación es la capacidad de identificarse con el entorno a través de la voluntad activa: la acción y el hacer. Todo ira, amor, alegría, odio, inteligencia, estupidez, le habla al niño a través del tono de voz, el contacto físico, los gestos corporales, la luz, la oscuridad, el color, la armonía, y la desarmonía. Estas influencias son absorbidas por el organismo físico y afectan al cuerpo para toda la vida.
El entorno ofrece al niño oportunidades para la imitación plena y para el juego creativo. Esto apoya al niño en la actividad central de estos primeros años: el desarrollo de su organismo físico.

A los 7 años el niño es circuncidado por un morabito, y su familia celebra una fiesta. Entonces puede abandonar la tienda familiar, a la que regresa sólo cuando tiene hambre o está enfermo, y vive en absoluta libertad, duerme al raso, si lo desea, fabrica refugios con sus compañeros, caza pequeños animales y tiene por única obligación, si no hay esclavos en la familia, ayudar a recoger el ganado a la puesta del sol. Cuando los niños se hallan listos para dejar la tienda paterna entran al mundo guiados por su propia inquietud. En la etapa anterior se identificaban con el entorno y lo imitaban; ahora, a un nivel más consciente, se encuentran listos para conocerlo de nuevo por medio de la imaginación -esa extraordinaria capacidad de la facultad cognoscitiva del hombre- que nos permite "ver", "oír" y "adivinar" significados dentro de lo aparente.
Durante estos años el niño necesita conocer sobre el mundo al idioma de la imaginación, idioma que es tan certero y responde tanto a la realidad como el análisis intelectual en los adultos. El legado de cuentos tradicionales, leyendas y mitologías que expresan la verdad en parábolas e imágenes, se transforma en un inagotable cofre de tesoros.
Vistos a través de la lente de la imaginación, la naturaleza, el mundo de los números, las matemáticas, las formas geométricas, y las tareas prácticas del mundo, son alimento y bebida para el alma del niño.

Todo aquello que se dirija a la imaginación y se sienta de veras estremece y activa los sentimientos y es recordado y aprendido. Es aquí donde se desarrolla la "inteligencia sensitiva". Es solamente después de los cambios fisiológicos de la pubertad, que marcan la virtual finalización de la segunda gran fase del desarrollo, que el aprendizaje imaginativo sufre una metamorfosis para emerger como capacidad racional y abstracta del intelecto.

Durante toda la gloriosa turbulencia de la adolescencia, la personalidad celebra su independencia y busca explorar el mundo una vez más de manera distinta. En su interior, la joven persona va madurando silenciosamente. Al final emergerá el individuo; este ser esencial no es producto ni de la herencia ni del medio ambiente; es una manifestación del espíritu. El terreno sobre el que se afirma y en el que hunde sus raíces es la inteligencia que, desde la matriz de la voluntad y el sentimiento, ha fructificado en pensamiento claro y con experiencia.

A los dieciocho años el varón recibe el velo que debe ocultar púdicamente su rostro en el futuro, y es considerado un adulto con todos sus derechos y obligaciones.

Las niñas, en cambio, permanece ligada a la casa familiar hasta que contrae matrimonio. Si su familia posee sirvientes no tiene prácticamente obligaciones y dedica su tiempo a los juegos, fabricando muñecas de arcilla y tiendas en miniatura con todos sus elementos; en caso contrario debe contribuir en alguna medida a las labores domésticas: acarrear leña o llenar los odres de agua. También aprende a coser, la escritura tifinagh, y a tocar la vihuela.


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